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nota de la semana

nota de la semana (75)

Sábado, 23 Julio 2022 07:38

El tercer tercio

Las reglas de la política y de la democracia son inexorables, independientemente de la singularidad de los tiempos y del estilo de gobernar de quien está al frente del poder. El mandato se circunscribe a un período establecido, y si bien es natural el anhelo de trascender, la realidad y la ley han impuesto los límites y frenado cualquier despropósito. Los gobernantes que se resisten a entender el ciclo natural del mandato son quienes padecen el tramo más complicado de una administración, el cierre de gobierno.

El tercer tercio de la gestión presidencial ocurre en medio de la baja expectativa interna y externa sobre lo que puede realizarse y el siempre complicado proceso de sucesión. Existen dos planos contradictorios: por una parte, una idea de plenitud del poder, asociado a la decisión de compartirlo con quien es elegido para dar continuidad al proyecto político. Por la otra, su merma natural, presionando al gobierno en centrarse en consolidar lo que está en curso, con muy poco espacio para nuevas iniciativas o proyectos.

Así, es menester que el presidente centre su atención en el aterrizaje de su gestión pública. En el tercer tercio cobra dimensión el tiempo y la preocupación más relevante es concluir los proyectos y dejar las mejores condiciones posibles al próximo gobierno. Política y administración convergen, y con frecuencia, los objetivos de la primera comprometen el buen ejercicio de la segunda.

En este contexto, a los gobernados nos preocupan las consecuencias del desencuentro con los socios comerciales por el capítulo energético del acuerdo comercial. Es evidente que el Presidente tiene la convicción de que el tratado no define un marco particular en materia petrolera y energía eléctrica (“ajustes de forma” Seade dixit), postura diferente a la de los gobiernos de EU y Canadá.

La realidad es que el tratado define procedimientos y tiempos para la solución de diferencias. La cuestión central es que, si se concluye que México incumplió el TMEC, se complicarían las exportaciones mexicanas y se impondría una sanción cuyo monto tendría un severo impacto a las finanzas públicas. Hay razones sobradas para ver el tema con preocupación. Sería un pésimo cierre de gobierno y un golpe a la expectativa de futuro del país.

Sábado, 16 Julio 2022 08:27

La fortaleza de la legalidad

La base de toda autoridad es la Constitución, documento fundacional del Estado, que encarna el sentido republicano de la autoridad. Su espíritu se manifiesta a través de procedimientos, reglas y principios que están definidos y determinados por la ley. En una democracia no hay otro argumento que el de la legalidad en su origen y desempeño. Por lo mismo, no hay otra justicia que la legal. Para una autoridad no existe el dilema de la ley o la justicia, porque no hay otra justicia que la legal.

No es poco lo que hemos alcanzado en las últimas tres décadas en términos de desarrollo político. Lo más relevante es la democracia electoral y las instituciones que se han creado para dar certeza, confiabilidad y veracidad al sufragio. Insuficiencias en todo régimen existen, al igual que diferencias e inconformidades, pero para ello también se han definido procedimientos, para que sean resueltas en términos de lo que la ley ordena.

A pesar de los avances innegables, es preocupante que la legalidad no esté presente en los valores de la sociedad y en las actitudes de muchas autoridades. Lo más preocupante es la impunidad, manifiesta en una creciente violencia y en la ausencia de Estado de Derecho en amplias regiones del país. La protesta de ley no es simple retórica, sino principio fundamental de desempeño: cumplir y hacer cumplir la Constitución y sus leyes.

Las autoridades no tienen discrecionalidad respecto a hacer cumplir la ley. Es su obligación. El monopolio de la fuerza legítima es sustento del estado de derecho. Por lo mismo, es inaceptable poner en un mismo plano la violencia criminal respecto a la obligación de los gobernantes de hacer valer la ley. Esto no es licencia para un uso excesivo, irresponsable e indiscriminado de la fuerza pública. La violencia se combate con la ley en la mano. El exceso o el agravio a los derechos humanos en su aplicación también está sancionado por la ley.

La legalidad es la mejor garantía para la justicia y para el combate al crimen. Lo peor es ceder en su vigencia, lo que, además de ilegal, deja expuesta a la sociedad ante la delincuencia y compromete el sentido de autoridad en su responsabilidad principal, la de mantener la paz social y la vigencia de los derechos de las personas.

Sábado, 09 Julio 2022 22:00

De la polarización al escarnio

De mala manera estamos ingresando a lo que será el último tercio del gobierno del presidente López Obrador. Deterioro en la seguridad y en la economía, además del encono que ha caracterizado los últimos años a la vida pública. Hoy las elecciones no resuelven la competencia por el poder para abrir paso a la concordia, más bien exacerban la confrontación. Eso hace inevitable que se pierda sentido de proyecto común.

En el escenario que ahora se vive, es preciso que los actores políticos y la sociedad puedan entender la circunstancia para no ser rehenes de la polarización. Los gobiernos se van, el país continúa y al parecer muchos de los grandes problemas de siempre permanecerán, pero agravados: la polarización, la incertidumbre de derechos, la desigualdad social, la falta de oportunidades, la corrupción y la impunidad.

Todo indica que en el futuro las cosas no van a cambiar. Los comicios habrán de librarse con singular pasión y vehemencia. Podrían incluso desbordarse en la medida en que las leyes no se respeten y que las autoridades que conducen la competencia se vean obstruidas para llevar los procesos en los términos de una contienda justa.

La polarización nos ha llevado a desconfiar de la mesura y de la prudencia, las que se confunden, de un lado y del otro, como una actitud tibia o vacilante. Ambos bandos demandan adhesión incondicional; un llamado de guerra en la que lo mejor del país queda en entredicho. Nunca como ahora se compromete la coexistencia civilizada de los diferentes.

La lucha contra la impunidad debe ser un objetivo irrenunciable. pero, someterla a los tiempos y al cálculo de la política le envilece, especialmente, cuando se discrimina su aplicación a partir de las afinidades o de la distancia de los imputados con el poder. Lo que procede es la aplicación estricta de la ley, el respeto de la presunción de inocencia y el cuidado al debido proceso.

La altura de miras va de la mano de la renovación de la vida pública. Es preciso trascender el ambiente de desconfianza, encono y odio que se ha incubado desde la presidencia. Debería a estas alturas quedar claro que un mejor porvenir es tarea de todos, y que no podrá transitarse a un mejor país pensando en la humillación o el exterminio del otro.

Sábado, 02 Julio 2022 01:48

El futuro ya no es lo que era

El país ha ingresado al vértigo propio del proceso sucesorio. Acontece con una inédita anticipación, como también ha sido la manera como la coalición gobernante procesa la selección de su candidato presidencial. La política tiene su propia lógica y la ley no puede sobreponerse de manera irracional, pero tampoco se puede ignorar lo que la norma manda. La simulación o el fraude a la ley nada positivo aporta, menos cuando de lo que se trata es elegir un nuevo gobierno.

Cualquiera que sea el desenlace, cualquiera, es importante que la renovación del poder signifique romper con la polarización y el deterioro institucional actual. No se trata de regresar al modelo de gobernabilidad que antecede al arribo de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, sino dar paso a una opción con lo mejor de lo actual y del pasado. Esta tarea deberá ser acometida de manera incluyente, sin complacencia a la venalidad, al abuso del poder y al desdén a la legalidad.

La lucha democrática por el poder contribuye a la polarización. Mucho más cuando su mayor impulso viene de la coalición gobernante o de la presidencia de la República. La oposición no debe caer en tal inercia, tampoco debe hacerlo la crítica independiente que ha cumplido una importante función en la defensa de lo mejor en condiciones adversas y de franca provocación desde el poder.

Por importante y poderoso que sea quien gobierna su ciclo es transitorio, además, en el trayecto, hay estaciones que merman la influencia y el poder gubernamental, particularmente el inicio formal e informal de campañas, especialmente cuando ya hay candidatos perfilados, no necesariamente formalizados.

Es imprescindible construir puentes de entendimiento. Comprender la competencia por el poder, pero también que haya un sentido de contención porque mañana será tarea de todos recoger los platos rotos y de manera corresponsable trabajar para atender los retos y oportunidades del porvenir.

Al momento de recomponer y construir el país el mundo será distinto. Requerirán cuotas mayores de inteligencia, oficio, así como compromiso y lealtad a México. Tarea de todos, no sólo de los políticos o de quienes lleguen al gobierno.

Sábado, 25 Junio 2022 01:47

La estrategia fallida

La seguridad es responsabilidad fundamental del gobierno. Pero también es de la sociedad. Nadie debe sustraerse de la tarea de participar en el empeño de un país seguro. La realidad es que la violencia representa el mayor problema de las últimas décadas. Gobiernos de los tres órdenes vienen y van, pero el problema no sólo persiste, sino que se ha agravado. Las cifras de homicidios violentos no pueden soslayarse.

El asesinato de dos padres jesuitas y un seglar en la Tarahumara ha sacudido la conciencia nacional. La indignación es generalizada y constituye un punto de inflexión que con humildad debemos atender. El presunto homicida, plenamente identificado y acusado de varios asesinatos, actuaba desde hace cuatro años con toda libertad. Los hechos son trágicos e ilustrativos de lo que sucede a muchas personas en amplios territorios del país.

Medidas desesperadas u ocurrencias para contener el crimen no ayudan y han empeorado el problema. El tema llama para actuar con determinación en las causas profundas que los originan y también en los incentivos perversos de la criminalidad, particularmente el elevadísimo nivel de impunidad.

Revertir las condiciones que propician el curso delictivo es tarea compleja, se requiere actuar en muchos planos por mucho tiempo. Los niveles de violencia que nuestra sociedad está soportando demandan un diagnóstico serio, al margen del prejuicio y de las posturas simplistas. Al mismo tiempo y de manera inmediata debe abatirse la impunidad.

La acción del Estado para combatir al crimen no es equiparable a la expansión de la delincuencia. La primera está regulada y tiene al objetivo de proveer seguridad para todos. Las malas experiencias han probado que debe actuarse con visión estratégica y planeación. El sistema de seguridad debe operar de manera integral, en todos los órdenes de gobierno y también en la sociedad.

Es evidente: la estrategia gubernamental no ha dado los resultados que se ofrecieron. El presidente le dedica diariamente atención, pero los hechos indican que la ola criminal sólo crece. Es momento de evaluar, despojados de predefiniciones, lo que se ha hecho no sólo en estos cuatro años. Hay lecciones positivas del pasado que deben revalorarse y también errores a enmendar o corregir.

Sábado, 18 Junio 2022 20:20

Cumplir la ley no es opcional

Uno de los problemas estructurales más serios y con impacto en múltiples aspectos de la vida social, es el déficit de legalidad. No es un asunto nuevo, pero lo que se ha visto en estos meses no guarda precedente y debe preocupar a todos. No es solo el incumplimiento de la norma por parte de las autoridades, sino incluso el desentendimiento abierto a las sentencias y resoluciones judiciales.

La impunidad es un agravio mayor a la sociedad. La ausencia de sanción legal es una afrenta a la convivencia civilizada y es causa de muchos otros problemas como es la violencia y la inseguridad, la afectación a los derechos de las personas, la incertidumbre y la desconfianza para la inversión, que afecta el crecimiento económico.

En el ámbito electoral existe una situación delicada en extremo. El órgano electoral se ha visto descalificado por la presidencia, el partido mayoritario, sus legisladores y funcionarios federales y ejecutivos locales. Sus determinaciones son rechazadas sistemáticamente bajo la falsa tesis de que son una expresión de parcialidad. Esta postura mina la autoridad de quien tiene la difícil encomienda de conducir la competencia por el poder y, consecuentemente, reduce fuerza a sus decisiones.

La tarea del INE y de los órganos electorales locales es la aplicación estricta de la ley. Hay casos, como las normas de publicidad y actuación de interesados en materia de revocación de mandato, que van contra la naturaleza misma de la política. Sin embargo, las autoridades harán bien en no entrar al debate sobre lo justo o lo injusto, y deben cumplir y hacer cumplir la ley, por lo que no hay espacio para rechazar sus decisiones. En todo caso recurrirlas por la vía jurisdiccional y, en su momento, enmendarlas por el Congreso.

Que las autoridades se desentiendan de las sentencias del Tribunal Electoral, jurisdicción de última instancia, reviste la mayor gravedad. La negativa de la mayoría parlamentaria en la Comisión Permanente de rechazar la resolución de incorporar a esa estructura administrativa a la representación de Movimiento Ciudadano es un muy lamentable precedente. Lo deseable es que la Corte rechace el intento de quebrantar la definitividad de las decisiones del Tribunal y obligue a todos a cumplir la ley.

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